El abuso sexual hacia les niñes es una de las formas de violencia hacia la infancia que ha estado invisibilizada durante muchos años. Constituye un delito tipificado en el Código Penal como “Delitos contra la integridad sexual” y es una vulneración a los derechos de les niñes conforme la Ley Nacional 26.061.
Las estadísticas de la Organización Mundial de la Salud y Unicef señalan que 1 de cada 5 niñas y 1 de cada 13 niños sufren algún tipo de abuso sexual durante la infancia. Aproximadamente el 35% son menores de 7 años.
En relación a los perpetradores aproximadamente el 95% son varones y las estadísticas indican que alrededor del 90% son familiares o pertenecen al entorno de confianza de la familia de les niñes. Se calcula que de cada 1000 casos solo 100 se denuncian y apenas uno se condena.
Cuando hablamos de abuso sexual en la infancia hacemos referencia a un conjunto de conductas o actos que contienen un contenido sexual, que lo comete una persona adulta hacia una niña, niño o niñe con el propósito de conducir a su gratificación sexual. La gratificación del ofensor va a a estar ligada al placer que le produce la relación de dominio – sumisión – control. Y al estar cometidos por un adulto estos actos tienen una intención sexual que no es comprendida por lxs niñxs de la misma manera que es comprendida la sexualidad por las personas adultas, ya que lxs niñxs no se encuentran ni evolutiva ni emocionalmente madurxs para comprenderlos.
Hay una diferencia básica entre la adultez y la niñez por su nivel madurativo y por su nivel de desarrollo psicosexual. Y tampoco puede dar consentimiento, aunque estos actos contengan o no una coacción explícita por cualquier medio y aunque comporte o no contacto físico o genital.
El término consentimiento no encaja en el contexto del abuso sexual infantil, porque lxs niñxs abusadxs sexualmente están siendo sometidxs a la voluntad de quien abusa de ellxs, voluntad que además se ejerce desde una posición de autoridad y con diversos niveles de coerción. Esta diferencia entre una niña, niño o niñe y el adulto da cuenta de un desequilibrio de poder marcado por la asimetría de edad y por el lugar de significación que tiene ese adulto para ellxs. Esta asimetría de poder ubica siempre a la víctima en un alto estado de vulnerabilidad y dependencia.
La mayoría de los perpetradores son varones y suelen formar parte del mundo social y afectivo al que pertenecen les niñes.
Alrededor del 90% de los casos, el victimario forma parte del vínculo de confianza de les niñes, forma parte de la familia, es conocido de elles o de la misma familia. Entre el 10% al 15% de los casos el victimario es desconocido.
Los abusos sexuales que ocurren en el ámbito intrafamiliar incluyen a todas aquellas personas que conforman el grupo familiar biológico, político o adoptivo, nuclear y extenso: padres, padrastros, madres, madrastras, hermanxs, tíxs, primxs, abuelxs.
Los abusos sexuales extrafamiliares involucran a todas aquellas personas que no conforman el grupo familiar de les niñes, pero que tienen suficiente acceso a éstxs como para cometer el abuso a lo largo de un tiempo: cuidadorxs, docentes, amigos y/o allegados de la familia o de algún miembro en particular de la familia, entre otrxs.
¿Qué conductas incluye el abuso sexual hacia lxs niñxs?
- Violación, exposición de los órganos sexuales, tocamientos, contacto genital oral, hacer que les niñes toquen al adulto en sus genitales, por encima o por debajo de la ropa,
- Explotación sexual comercial: supone su utilización para relaciones sexuales remuneradas, pornografía infantil, utilización de niños, niñas y niñes en espectáculos sexuales, donde exista además un intercambio económico o pago de otra índole para lx niñxs o para un tercero intermediario.
- Trata de niñes: implica el ofrecimiento, la captación, el transporte y/o traslado -dentro del país, desde o hacia el exterior-, la acogida o la recepción de niñes, con fines de explotación sexual.
- Grooming: es la acción deliberada por parte de un adulto de acosar sexualmente a un niño, niña o niñe mediante el uso de internet.
5 mitos acerca del abuso sexual hacia les niñes
En nuestra sociedad existen una cantidad de prejuicios y falsas creencias en relación al abuso sexual hacia las infancias que están en la base de una visión distorsionada de la problemática, lo que en muchas situaciones favorece su invisibilización y la revictimización por parte de instituciones y Organismos. Estos mitos son:
- «Lxs niñxs mienten o fantasean cuando relatan situaciones de abuso sexual» Realidad: Lxs niños no pueden fantasear detalles de una actividad sexual cuyo conocimiento es absolutamente inapropiado para su edad.
- «Los abusadores son enfermos psiquiátricos» Realidad: No son enfermos, son totalmente responsables de lo que hacen. La pregunta que nos tenemos que plantear es si estas personas pueden ser responsabilizadas por sus actos, si conocen la diferencia entre una conducta que daña, que hace mal y otra que no, y si han podido elegir de alguna manera realizar esa conducta o no. Los abusadores lo distinguen, por lo tanto, deben ser responsabilizados. La mayoría de las personas con trastornos psiquiátricos no violenta sexualmente a niñxs.
- «Es fácil detectar el perfil de un abusador» Realidad: Es un grupo muy heterogéneo, no hay un perfil específico. Pueden tener diferentes tipos de personalidad. No hay ningún tipo de personalidad que excluya la posibilidad de que una persona haya violentado sexualmente a niñes.
- «La madre casi siempre es la entregadora» Realidad: este mito está vinculado a la cultura patriarcal atribuyendo la responsabilidad y culpa a las mujeres bajo la concepción “son malas madres por no haber estado atentas a lo que les sucedía a sus hijxs”
- «El abuso sexual hacia la infancia es un problema de las clases sociales bajas» Realidad: El abuso sexual hacia les niñes en todas sus formas no distinguen clases sociales, género ni religión.
¿Cómo prevenirlo? La importancia de la Educación Sexual Integral (ESI) en las escuelas
La ESI cumple un rol fundamental para prevenir y dar herramientas a lxs niñxs para que puedan contar lo que les pasa. Muchos casos de abuso sexual fueron detectados en las escuelas luego de clases de ESI, donde una niña, niño o niñe tuvo la confianza necesaria para poder contar lo que estaba padeciendo. La Ley de Educación Sexual Integral promulgada en el año 2006 garantiza el derecho de cada niño, niña, niñe y adolescente a recibir educación sexual integral, en la totalidad de los niveles y establecimientos educativos del país.
Abarca temas como el reconocimiento del propio cuerpo, la prevención e identificación de casos de violencia sexual contra los niños y las niñas, prevención de embarazos no deseados, la libertad de elección sexual, el cuestionamiento a estereotipos de género y a mandatos sociales que generan inequidad.
Es fundamental trabajar desde las escuelas para:
- Brindar herramientas a lxs niñxs de autoprotección y para reconocer el abuso sexual y la violencia en las relaciones
- Favorecer la comprensión del abuso como una relación de poder, de sometimiento a través del miedo, la amenaza y la confusión.
- Promover el pedido de ayuda ante situaciones que lxs puedan dañar
- El desarrollo de la intimidad y el respeto por la intimidad propia y la de otras personas
- Favorecer la construcción y calidad de los vínculos, los modos de relación, la amorosidad y el placer que se distingue de las formas violentas y abusivas de vincularse
- Promover habilidades para poder comunicar a personas adultas protectoras en casos de situaciones que causen daño a su integridad
- Poder diferenciar interacciones físicas adecuadas y las que no lo son.
- Favorecer el conocimiento de los secretos y que nadie puede obligarlxs a guardar un secreto de algo que lxs incomoda.
- Promover el derecho a decidir sobre su propio cuerpo
- Promover su autonomía para ir al baño, vestirse y bañarse
- Explicarles que pueden decir NO cuando no deseen ser tocados incluso en formas que no sean sexuales, como un abrazo.
- El reconocimiento y fortalecimiento de los vínculos afectivos.
- Favorecer habilidades de autoprotección y seguridad personal.
Por: Alejandra Vázquez
Licenciada en Psicología, especialista en violencia.