Diálogos, intersecciones, tensiones y desafíos de la clínica médica a la luz de los aportes de la salud comunitaria.
Si bien la medicina clínica, desde una perspectiva biologicista y centrada en las personas, ha aportado grandes éxitos a la salud, la pandemia ha puesto de manifiesto que los padecimientos y el acceso a los servicios de salud siguen siendo diferenciales. Se siguen padeciendo grandes desigualdades en los resultados de salud de acuerdo a la clase social, al origen étnico y a otras dimensiones.
Si se quiere dar un paso cualitativo para mejorar la salud se debe contar con un arsenal de instrumentos que permita incidir sobre las dimensiones sociales, económicas y políticas. Este artículo pretende ser una reflexión crítica sobre los desafíos y los aportes que la salud comunitaria puede realizar en este sentido.
La pandemia ha puesto de manifiesto los límites de la medicina clásica para el abordaje de los grandes problemas sanitarios. A nivel global han quedado en evidencia de manera descarnada las grandes desigualdades del impacto de las enfermedades y del acceso a los recursos sanitarios de acuerdo a la clase social, al origen étnico y otras condiciones que sólo pueden ser abordadas con perspectivas capaces de incidir sobre ellas. No hay ninguna duda de que la medicina, tal como la conocemos, ha hecho un aporte significativo para la salud de la humanidad. Sin embargo, la evidencia muestra que, si quiere incrementar su impacto se deben revisar algunos de los paradigmas que la sustentan y transformar sus prácticas y modelos de intervención: no es suficiente el abordaje individual de las consecuencias que las malas condiciones de vida producen en los cuerpos de las personas sino que es necesario transformar las causas primeras de los problemas de salud. En este artículo esperamos dar cuenta de cuáles pueden ser algunos de los aportes de la medicina comunitaria en ese sentido.
¿Porqué y cuándo la salud comunitaria se constituyó como un aporte a la medicina clínica?
La medicina clínica es una construcción histórica que tomó impulso con la identificación y la posibilidad de aislar a los gérmenes patógenos a mediados del siglo XIX. En ese momento de tensiones entre priorizar al individuo o al contexto, la identificación de los gérmenes patógenos marcó una fuerte diferencia a favor de la perspectiva clínica, subordinando en parte a la medicina social.
Cuando Robert Koch identificó al Vibrio Cólera, las aguas del mundo científico se dividieron entre quienes consideraban la presencia del germen suficiente para producir enfermedades y quienes afirmaban que no eran suficiente, sino que se sumaban a una cadena causal de acontecimientos que había que considerar para garantizar la salud a toda la población. Max von Pettenkofer afirmaba que los gérmenes eran una condición necesaria pero no suficiente para producir enfermedades, ya que las enfermedades aparecían cuando los agentes patógenos se sumaban a ciertas condiciones témporo-espaciales. Tan convencido estaba que, en pleno debate científico, ingirió frente a sus colegas 1 ml de un caldo de cultivo de vibrión colérico –que se calcula contenía mil millones de bacilos- proveniente de un paciente recién fallecido. Si bien Von Pettenkofer tenía 74 años no sólo no falleció, ni desarrolló cólera, sino que padeció sólo algunos síntomas leves (1). En la misma época y en la misma línea Virchow proponía que para construir salud eran necesarias reformas sociales radicales que incluyeran una democracia completa, educación, libertad y prosperidad; y Behring, afirmaba que el estudio de las enfermedades infecciosas no se podía llevar adelante si no se incluían consideraciones sociales y reflexiones políticas al respecto (2).
Así como durante finales del siglo XIX y principios del XX la discusión se mantenía en un plano más teórico, durante la segunda década del siglo XX se comenzaron a construir fuertes evidencias que permitieron objetivar las relaciones de causalidad multifactorial entre las alteraciones biológicas y las dimensiones sociales. Estas vinculaciones fueron englobadas en el concepto de «factor de riesgo”. Partir de lo cual numerosos documentos de Naciones Unidas siguen dando cuenta de las insuficiencias de los abordajes biologicistas, reiterando una y otra vez la necesidad de transformar las prácticas2, a pesar de lo cual no lograron todavía las transformaciones de los modelos de atención necesarios (3,4).
Lo que históricamente era identificado como contexto temporo espacial y factor de riesgo, con el correr del tiempo y la construcción de nuevas evidencias, se denominaron luego determinantes de morbimortalidad. Estos determinantes fueron definidos como el conjunto de condiciones que constituyen las causas mediatas de salud y enfermedad y que incluyen las condiciones sociales, culturales, económicas y relaciones de poder y deben ser necesariamente incluidas en las políticas sanitarias para evitar los principales padecimientos de la población (3,4,5).
Cuando transformamos estas afirmaciones en números (figura 1) vemos que los cuidados médicos impactan un 25% en los niveles de salud o enfermedad de las poblaciones, la biología y la genética un 15% y el ambiente físico un 10%, mientras que las formas de organización social y/o los modos de vida en un 50%, constituyéndose así como los factores de mayor impacto en el proceso salud-enfermedad-cuidado.
Figura 1. Ponderación del impacto de los factores determinantes sobre la salud de una población ¿qué nos hace estar sanos?
A continuación mostraremos de manera gráfica el impacto de algunos de estos determinantes. En primer lugar expondremos algunos indicadores provinciales en relación con las condiciones de vida y las necesidades básicas insatisfechas (NBI) (3).
A modo de ejemplo, las tasas de mortalidad en menores de 1 año en Corrientes duplica los valores de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (CABA) en relación a la diferente proporción de población NBI (Figura 5).
Figura 5: Tasa de mortalidad específica en menores de 1 año /1000 nacidos vivos / NBI
Fuente: elaboración propia en base a Dirección de Estadística e Información. Ministerio de Salud de la Nación. Argentina (16).
Una vez identificados los determinantes, resulta relevante detallar, aunque sea brevemente, por qué cuando se invisibilizan o no se implementan estrategias para impactar sobre los determinantes el resultado es que los equipos de salud, aún sin saberlo, contribuimos a reproducir desigualdades de manera activa.
Invitamos a reflexionar sobre esta última afirmación: si en los servicios de salud se solucionan las causas inmediatas de los padecimientos, pero no se desencadenan procesos que busquen visibilizar y transformar los factores determinantes se seguirán reproduciendo problemas de salud que, aunque con diferentes manifestaciones, mantendrán las malas condiciones de vida. En estos escenarios, el incremento de las tasas de morbimortalidad, además de generar daños crónicos, producir pérdidas económicas y disminuir la expectativa de vida de los colectivos afectados, va configurando subjetividades en las que los padecimientos forman parte indisoluble de la vida cotidiana y la percepción constante de destinos insuperables se asocia a una convicción de impotencia de estos colectivos que no sienten que no pueden producir transformaciones sociales de las cuales son víctimas. Es así como la convivencia constante con padecimientos que no pueden resolverse de manera individual socava la autoestima y la autodeterminación, inmoviliza los recursos locales y reproduce círculos de pobreza (17) (Figura 7).
Figura 7: consecuencias invisibilizadas de la medicina clínica
“¿Recién ahora hace la consulta? ¿por qué tardaste tanto?”
“Quien quiere hacer algo , lo hace y no busca tantas excusas…”
“¿Ahora gritas?… bien que hace 9 meses no…”
“De usted depende, si quisiera lo haría distinto…”
Estas actitudes desconocen las barreras que deben superar los colectivos más vulnerados para acceder a los servicios de salud, se invisibilizan las realidades complejas en las que viven y se carga sobre ellas la responsabilidad de padecimientos que los exceden.
Años atrás, en una provincia del norte de nuestro país varios centros de atención estaban empapelados con afiches que proclamaban:
Sin considerar que en ninguno de estos municipios había agua potable… y que el agua de los pozos tenía concentraciones de enterobacterias superiores a las aceptadas.
A modo de resumen, en el cuadro 2, resumimos las principales diferencias entre la perspectiva clínica tradicional y la salud comunitaria, conscientes de que toda clasificación es siempre injusta e insuficiente, y que la realidad no se comporta de manera dicotómica.
Cuadro 2: ¿Cuáles son las principales diferencias entre ambas perspectivas?
El rol político de la salud comunitaria de visibilizar las contradicciones sociales se puede ejercer desde cualquier espacio: desde el consultorio, visibilizando la cadena causal de los problemas de salud; en las comunidades, movilizando acciones colectivas; en la docencia de grado y posgrado incluyendo en la currícula o en el mundo social, y en todos los casos rompiendo estigmas del sentidos común.
¿Porqué esta perspectiva no ha alcanzado más difusión? En parte por la simplicidad del marco conceptual de la perspectiva clínica que no incluye de manera sistemática un análisis de la realidad social, en parte por el éxito inmediato de los medicamentos que genera un espejismo de eficacia, y en parte también por la perspectiva positivista de la ciencia que oculta sus supuestos tras un velo de falsa neutralidad. Pero sobre todo por las resistencias de quienes tienen intereses económicos y políticos que no quieren perder privilegios, y que frenan o subestiman cualquier proceso transformador y los intentos de visibilizar las contradicciones sociales que dejan huella en los cuerpos de las personas (23).
¿Todos los integrantes de los equipos de salud tienen un rol?
Preservar la salud implica pensar en un campo de construcción de condiciones de posibilidad en el que distintos actores sociales, entre los cuales se cuenta a todo el equipos de salud, puedan influir sobre los determinantes sociales de la salud (4).
Nombraremos sólo algunos problemas de salud que ponen en evidencia lo que estamos diciendo: enfermedades crónicas no transmisibles, salud sexual y reproductiva, consumos problemáticos, salud mental, enfermedades transmisibles en general. Ante temas como estos ¿no recuerdan haber sentido la necesidad de comprender por qué no podemos disminuir su incidencia, el impacto diferencial entre los distintos grupos sociales? ¿no creen que incluir otras perspectivas permitirían mejorar el impacto?¿Qué se puede hacer?
En la consulta médica: buscar estrategias que permitan comprender los problemas de salud en cada contexto para orientar a los/las/les usuarios/as/es de salud para comprender sus padecimientos.
En los servicios de salud: conformar equipos capaces de reflexionar en conjunto sobre distintas miradas, saberes y prácticas, valorando todos los aportes.
En el espacio público: pensar en estrategias colectivas de abordaje. Formar redes con distintos sectores y colectivos para colocar los problemas de salud en su perspectiva social, situar a la salud en la agenda pública y crear espacios de gestión participativa que pongan en evidencia las causas sociales, económicas y políticas de los padecimientos humanos.
En otras palabras, construir ciudadanía, porque el ejercicio de la ciudadanía se aprende, y poner en marcha estrategias que permitan visibilizar las causas sociales de la enfermedad, incrementar la participación de la población y articular voluntades, es una excelente manera de hacerlo. Comenzar construyendo consenso en el sistema de salud y con distintos sectores para problematizar la realidad, para hacer explícitas algunas de las contradicciones que permanecen invisibles, pero que producen padecimientos y que podrían transformarse, es una excelente manera de empezar.
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Imagen de portada: Freepik
Por: Dra. Alejandra Sánchez Cabezas
Consejo Salud Comunitaria de la SAM
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